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En España no se habla de política

Congreso de los diputados | Fuente: congreso.es

Algunos me tacharán de loco al leer el titular. Pero para nada se me debería confundir con un frenético —no al menos en este momento— al mencionar que en España hablamos poco de política. Pues es así, señorías: en España no hablamos de política, hablamos de cosas que envuelven la política. Discutimos acerca de la casa en propiedad de un diputado. De la ropa que envuelve a otro, del comentario sin relevancia de un político en el congreso. De la respuesta, igualmente sin relevancia, a ese mismo comentario. Y, sobre todo, se critica al contrario. Por ser el contrario. El de izquierda critica al de derecha y el de derecha critica al de izquierda. Algo que a priori parecerá normal, pero no. Lo bueno viene cuando nos damos cuenta de que la crítica nace sin si quiera haber escuchado lo que expone el distinto. Puede que incluso se diga algo que le sea bien al contrario, una opinión que compartan —por complicado que parezca— y, aun así, se critica; por ser quién es, por el color. Y en ese sentido tengo más que claro que la política cada vez apesta más. Cada vez se parece más al fútbol, pero en el sentido malo. Lo que viene siendo el “yo soy de este equipo y lo defiendo a muerte”. De eso se trata la “política” de hoy en día. Se ha dejado atrás —si es que algún día existió— el sentido crítico, el saber observar y sacar conclusiones sin recurrir a fanatismos. Saber cuándo algo se hace mal y cuando algo se hace bien. Y es por eso mismo que solo hablamos de lo horrible que es la declaración del de izquierda, del de derecha. Del de centro, del de arriba y del de abajo. Y así todo el rato. ¿De verdad creen que eso es hablar de política? Se acerca, lo roza de forma peligrosa, pero no, no es hablar de política. Y entonces, ahora sorprendido, uno se preguntará, ¿qué es entonces la política? Pues según la RAE, la política es un arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados, pero eso realmente no viene al caso. Por cierto, “un arte”, quién lo diría. El asunto, retrocediendo a lo importante: hablar de la política es debatir acerca de los presupuestos del estado. De las mejoras que son necesarias en la educación y en la sanidad, de leyes que deberían aprobarse y otras que no deberían derogarse. Del bienestar social y cómo conseguirlo. Todo lo que viene a ser hablar de política y no de políticos: no del envoltorio feo sino del caramelo que aguarda. Complicado es ­—y mucho— revertir estos pensamientos que tiene ya la ciudadanía instalados en su mente. Por no mencionar la dificultad de arrebatar a las personas el pensamiento de que son buenos ciudadanos que se preocupan por la política. Cuando ni de lejos es así. Pero, para empezar, no estaría mal advertir de que no es precisamente política el tema que se trata principalmente en esas “tertulias de política”. Ni en esas discusiones de twitter o facebook en las que se insulta antes de responder. Y es una pena porque tengo más que claro que una ciudadanía preocupada por la política —la de verdad— solo toleraría un mejor país. Y es doblemente penoso, porque los políticos de hoy en día son más negligentes que nunca. Son los primeros en predicar el ejemplo de que la política no es más que enfrentamiento, rabia y desconsideración.

Algunos me tacharán de loco al leer el titular. Pero es así: en España no hablamos de política, hablamos de cosas que envuelven la política. No es lo mismo: discutimos de cosas que no cobran ningún sentido político. Se ha dejado atrás el sentido crítico, el saber observar y sacar conclusiones sin recurrir a fanatismos. Y en ese sentido tengo más que claro que la política cada vez apesta más. Cada vez se parece más al fútbol, pero en el sentido malo. Lo que viene siendo el “yo soy de este equipo y lo defiendo a muerte”.

La opinión de Julio César Ruiz Aguilar

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