Hace pocos días, descubrí en ‘Teldeactualidad’ una noticia que llamaba totalmente mi atención. Esta mencionaba que las familias de los alumnos del CEIP María Suárez de Fiol se «sublevaban» contra la llegada de alumnos de bachillerato al colegio. Bien, vayamos por partes, porque uno de esos adolescentes a los que dichos padres increpan a través de las redes sociales, es este servidor. Y es que, llegados al punto en el que unos desconocidos te señalan sin conocerte, uno piensa: ¿qué es lo que he hecho yo o lo que han hecho mis compañeros para recibir semejante dosis de desconocimiento, analfabetismo, inepcia y tontería?

Polémicas egoístas
La crisis del coronavirus continúa entre nosotros, lo que aviva que las polémicas vayan saltando de sector en sector en función del momento. En las últimas semanas, la discusión ha estado servida con «la vuelta al cole». Padres y madres protestando —muchas veces sin saber contra el qué— porque sus hijos vuelven a clase. Todo esto a sabiendas de que los colegios pueden convertirse, de hacerse bien las cosas, en lugares mucho más seguros que la calle. O, al menos, zonas mucho más seguras que los parques infantiles de los centros comerciales. Los mismos que atiborrados de niños se han visto durante el transcurso del último verano.
Es entonces cuando un grupo de padres de este colegio de La Pardilla protesta por nuestra llegada (alumnos de segundo de bachillerato del instituto del frente). Desde el mayor de los egoísmos, consideran que, cuantas menos personas convivan en el centro, mucho mejor les iría a sus hijos. No se paran a pensar, entonces, en que las aulas que a nosotros nos faltan en el IES Guillermina Brito a ellos les sobran en el CEIP María Suárez de Fiol. Y es que, lo mejor por el bien de la comunidad de la zona sería distribuir el cómputo de alumnos en ambos centros. Hay que mencionar, además, que algunos se han olvidado de que dichos centros son públicos y que, por ende; —aparte de no pertenecer ni ser responsable de los enfados de ningún colectivo de padres— están al servicio de todos los ciudadanos, nosotros incluidos.
Contra el honor, la dignidad y la reputación
Pero no solamente se eluden en la situación epidemiológica, pues no es para ellos la causa principal de nuestro rechazo. Mencionan, textualmente, que «no encuentran lógico que se mezclen a hombres y mujeres de dieciocho años con niños de seis». Disertando —indirectamente— que podríamos ser un peligro para los alumnos del colegio. Otros se toman la osadía de mencionar que somos personas que frecuentan botellones; argumento del que sobresale la ignorancia de aquel que difama a alguien sin haberlo visto jamás. Cabe destacar que, en bachillerato, los alumnos solemos tener quince, dieciséis o diecisiete años. Más que hombres y mujeres, somos adolescentes. Fuera de esas tres edades hablaríamos de casos aislados, no comunes. Y, en el colegio, llegan hasta doce, no solamente seis. Pero dejando edades de lado, ¿qué creen que somos? Las aulas de bachillerato son gustosas de ver: personas responsables que se preocupan por tener un futuro. Y, principalmente, por entrar el próximo año en una carrera universitaria.
Esos adolescentes a los que tanto están tildando actualmente serán, en los próximos años; médicos, enfermeros, ingenieros, matemáticos, informáticos, psicólogos forenses, economistas, periodistas y un sinfín de profesiones más. Lo sé porque trato a diario con ellos y confío plenamente en esta generación. La misma que se deja el alma estudiando para obtener un buen futuro en un país de ineptos; en el que incluso un grupo de personas se toma la grotesca libertad de criticarles, insultarles y rechazarles. «Pueden estar tranquilos. Además de que no tendremos casi ningún contacto —ni siquiera visual— con los alumnos del cole, somos el grupo más respetuoso que verán jamás pasear por un instituto de Telde» —escribí como comentario a pie de la noticia mencionada. La realidad es aún mucho más cruda, ¿piensan que vamos a tener interés alguno en niños? Estamos mucho más preocupados en estudiar y sacar la nota de corte que necesitamos.

Un problema de todos, un esfuerzo de todos
Tuve la oportunidad de acudir al centro y tener una conversación con la directora del centro, Lidia Alegre. «Los comentarios de algunos padres son desafortunados. Yo misma he impartido clases a alguno de los alumnos de bachillerato que vienen cuando estaban en primaria y sé que son muy buenos» —me explicaba. Fui entonces testigo directo de la preparación realizada por parte del mismo centro, cuyos esfuerzos han sido notorios para la acomodación de los alumnos procedentes del IES Guillermina Brito. Con la indiferencia de las administraciones —quienes no se han dejado ver en medio del problema— han sido los propios centros los que han tenido que unir fuerzas para ejecutar un buen plan en un inicio de curso apoteósico. En julio la primera idea fue que llegaran alumnos de primero y segundo de la ESO, idea rápidamente rechazada: «preferimos tener alumnos de bachillerato antes que alumnos de cursos inferiores de ESO, pues están en una etapa más apropiada. Vienen a estudiar y no suelen generar ningún problema».
Con la excelente predisposición por partes de ambos centros, lo único que parece remar a contracorriente son los comentarios ya mencionados por parte de un sector de padres y la nefasta gestión por parte de las administraciones. Hoy, hay un problema que nace de dicha cuestión: la limpieza del colegio corre a cargo del Ayuntamiento de Telde, mientras que la del instituto depende de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias. La pregunta es, ¿quién limpia entonces las aulas a las que vamos los de bachillerato? Parece lógico, si vamos al colegio las limpiará la misma empresa que limpia el colegio. Pero no, desde el Ayuntamiento de Telde hay orden de no limpiar las aulas que pisa bachillerato. Esta cuestión, ya notificada al Gobierno de Canarias, aún continúa en el aire.
Hacer pensar y cambiar de opinión
Quisiera entonces mencionar, que escribo esto ostentando el respeto ineludible a dicho grupo de personas. Incluso a sabiendas de que ellos no respetan mi persona. Me gustaría, entonces, que dicho artículo sirviera para hacer pensar y cambiar de opinión a esos cerebros que albergan ideas tan erróneas. La realidad es que, el tener que trasladarnos a un centro escolar, no es idea nuestra. Preferiríamos estar en la tranquilidad de nuestras aulas, pero, por si alguno de los que protestan no lo ha notado, vivimos en tiempos de epidemia global y se necesitan hacer algunos esfuerzos. Es por ello por lo que, una generación que trata de hacerse un hueco en el futuro, merece un respeto mayor al mostrado por este grupo de personas.
One Comment
Brenda Lei
Maravilloso artículo, Julio. Hablas desde el respeto y es un placer leerte. Siento mucho que tengan que pasar por esto tus compañeros y tú. Necesitamos adolescentes como ustedes para un futuro mejor. Es vergonzoso que existan éste tipo de personas, de padres con tan poca capacidad y sentido común a la hora de expresarse hacia las demás personas. Tiempo de pandemia, tiempo de reflexión, respeto, consideración. Los colegios públicos pertenecen a todos para su educación, no son privados. Es inaceptable que padres se manifiesten y expresen de tal manera. En cuanto a los centros que se sienten tan desprotegidos por las administraciones públicas, es algo inaudito e inaceptable. Esto sí que requiere quejas y protestas. Les deseo mucha suerte y que tengan un buen curso a pesar de la situación. Un abrazo y mucho apoyo para ese gran grupo de adolescentes que trabajan cada día por ser el futuro.