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Volar en tiempos de Coronavirus

Uno de los sectores que más ha sufrido con la pandemia del COVID-19 ha sido, sin duda alguna, el sector del turismo. Y con él, la aviación ha sido uno de los grandes afectados. Y no es novedoso: las principales noticias que hemos recibido desde el sector aeronáutico han sido compañías aéreas declarando la bancarrota. Otras pidiendo desesperadamente ayudas a sus gobiernos y, en mayor abundancia, supimos como la gran mayoría de ellas, al dejar de volar, concedieron recortes de plantilla. Algo inédito en una industria donde eran más frecuentes los contratos que los despidos. Es, indudablemente, la mayor crisis a la que se ha enfrentado la aviación: un sector que solo ha visto crecimientos en las últimas décadas.

Cabina de un Airbus a321 | Fotografía propia

En este reportaje aprovecharé un vuelo que debo tomar para exponer cómo es volar en tiempos de coronavirus. Desde dentro: en la cabina de un avión. Reportaré desde la entrada al aeropuerto de origen hasta la salida del aeropuerto de destino. Pero antes, me gustaría ponerme en manos de una profesional del sector. Esto ayudará a saber cómo se ha vivido la crisis desde un punto de vista interno. Es por ello por lo que me he puesto en contacto con Andrea Enríquez, más conocida por su álter ego en redes sociales «Azafata Hipóxica». Una tripulante de cabina de pasajeros de veintinueve años que acumula más de treinta y cinco mil seguidores en la popular red social Instagram.

Una azafata hipóxica en tierra

En plena conversación, Andrea glosa que el mes de marzo fue muy estándar. Y que, si bien se hablaba ya de coronavirus, se veía como algo muy alejado. Lo complejo llegó un mes más tarde: «el ERTE empezó el uno de abril, yo estoy en ERTE parcial; lo que significa que volamos una equis cantidad de días. En mi caso, me tocó trabajar un treinta por ciento de lo habitual: siete días de trabajo». Siete días en los que Andrea tampoco sabía exactamente cuánto ni cuándo llegaría a volar, pues los días correspondían también a imaginarias [días en los que tienes que estar pendiente del teléfono por si tienes que volar] y días francos [días en los que hasta cierta hora del día anterior te pueden asignar vuelo, si no lo hacen se te queda libre].

«Cuando me tocó volar hubo una mezcla de sentimientos encontrados, fue muy duro ver la terminal vacía, los comercios cerrados y notar que solo había seis o siete vuelos desde Barcelona». Andrea tuvo la suerte —en comparación con otros compañeros— de volar durante el mes de abril; cuando la obligatoriedad de guantes y mascarilla existía solamente para la tripulación, pero no para los pasajeros.

Finaliza la compendiosa conversación haciendo Andrea un breve resumen de la situación: «primero, nos parecía algo lejano y ajeno. Después, fuimos mucho más conscientes tras la declaración del estado de alarma». Y no es para menos, esta misma situación ha llevado a muchas compañías aéreas a la quiebra. Y es por eso por lo que Andrea reincide en lo afortunada que se siente después de que la operativa de su aerolínea haya continuado funcionando; «he tenido la suerte de seguir volando, aunque haya sido poco. Tengo compañeros que llevan sin volar desde el mes de marzo».

La crónica

Arribo en el aeropuerto aproximadamente a las 17:00h. Al contrario de lo que me esperaba, cualquier persona puede entrar en la terminal. Esto hace que la mayoría de los pasajeros ingresen al aeropuerto en compañía. El uso de la mascarilla es extremadamente obligatorio, deber que el Cuerpo Nacional de Policía se encarga de hacer cumplir. Una fila de personas se hace notoria desde la entrada. Todos esperan a poder facturar gratuitamente su maleta de mano. Es sin duda el precio a pagar por no poder llevar la maleta de mano al avión.

La fila de entrada al avión es ligeramente más numerosa que la anterior. Aunque prácticamente todas las personas —el noventa y nueve por ciento, diría yo— utiliza la mascarilla durante la formación de la hilera; la distancia de seguridad no es siempre cumplida. Hecho que intranquiliza, al menos a mi persona; sobretodo el ver como algunos se colocan a menos de medio metro de distancia, como si nada. Lo de que algunas personas tosan a tu lado es para exponer en otro reportaje, en alguno en el que el tema principal sean los estólidos.

No cambia la cosa mucho dentro del propio avión, no hay aforo limitado por parte de las autoridades sanitarias ni aeronáuticas. Las aeronaves están volando llenas de pasajeros a través de los cielos. Es el caso de hoy, donde únicamente la última fila de las cuarenta que tiene este Airbus a321 —con capacidad para 219 personas— se ha quedado vacía. Por megafonía comentan que en este vuelo no estará disponible el servicio de abastecimiento al que tan acostumbrados estamos. Nada que no supiera un servidor, que se hizo con dos botellas de agua antes de embarcar.

Última fila

Me siento en la última fila del avión —esa famosa fila cuarenta— y siento muy de cerca a los tripulantes de cabina conversar. Decido acercarme amablemente para conocer cómo se está viviendo la situación del coronavirus en la compañía aérea para la que trabajan. Hablo con Daniel y María [nombres ficticios], dos jóvenes muy simpáticos que me atienden en su aérea de descanso con toda la cortesía del mundo. Me comentan que la cosa ha cambiado muchísimo a la hora de volar y que; al igual que Andrea —testimonio que compartí antes— se encuentran en un ERTE parcial. «Aquí la cosa ha cambiado bastante. Esta no es la típica compañía de bajo coste, yo solía hacer varias pernoctas y ahora no tengo ni una», comenta Daniel.

Y ojalá solo fuera por las pernoctas, pues realmente lo que les preocupa es que solamente están volando unos cuatro días al mes. Ambos pertenecen a la base que tiene la compañía en Madrid. Es por eso por lo que se encuentran volando ahora mismo: «las demás bases continúan en ERTE. Es el ejemplo de las tripulaciones de Gran Canaria, que no están volando».

Pregunto por las medidas de seguridad que se han tomado con los tripulantes de cabina. Me comentan que, por ejemplo, a todos ellos les han hecho la prueba serológica para conocer si son portadores del virus. Una de las cosas que más me llama la atención, es saber que ya no pasan por la sala de firmas. Algo que se ha hecho desde tiempos de antaño: «el único que pasa por firmas es el comandante. Nosotros nos vemos todos directamente en la puerta de embarque y es en el propio avión donde hacemos el briefing [sesión informativa]», concluye María. 

Lo último que anoto es que, durante el estado de alarma, hacían todo lo posible por dejar las filas uno y cuarenta vacías. El motivo: para que menos pasajeros tuvieron contacto directo con la tripulación. Me parece todo un hito la forma en la que este sector se ha intentado recuperar. Han sido, sin duda alguna, de los que mejor lo han hecho.

Vuelta a la tierra

Aterriza el avión sin ninguna incidencia minutos antes de la hora programada —algo que se debe exclusivamente al poco tráfico actual de Madrid—. Llega la hora de la verdad: el desembarque. De nada servirían todas las medidas de seguridad si al final del vuelo todos los pasajeros se apelotonan a la salida. Es por ello por lo que lo primero que suena por la megafonía del avión es un tripulante rogando a los pasajeros que continúen sentados. Esperamos, como es habitual, a que la pasarela se coloque junto al avión para poder desembarcar. En un principio todo correcto, la gente espera sentada. Pero pasados los minutos, muchos empiezan a levantarse y a esperar en el estrecho pasillo. Lo que produce un efecto dominó que hace que más de una docena de pasajeros se apelotonen de pie. Mal, muy mal.

Para nosotros no hay ningún control en el aeropuerto de Barajas más allá del uso de la propia mascarilla. Somos ciudadanos libres. Aterriza a la misma vez que nuestro vuelo uno procedente de Londres, que si tienen que pasar por otro sitio diferente a las llegadas nacionales. Desconozco el control sanitario que se les requiere. Pero, por lo que se puede apreciar desde fuera, no parece mucho más que firmar una declaración de responsabilidad. Así acaba una travesía que se diferencia mucho del cómo era volar anteriormente. El mundo ha cambiado, tanto en la tierra como en el aire.

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